lunes, 16 de junio de 2014

De amor también se muere... Más o menos

Dieciocho de junio de 2013. 7:00 a.m
Acabo de despertarme, y todo sigue igual. Soñé contigo, estuve vivo durante esas cuatro horas que logré dormir solo porque tú estabas ahí. Ahora he abierto los ojos y nada ha cambiado. La lluvia cae con gran velocidad fuera de mi ventana y algunas gotas acarician el cristal, mientras que tras mi ella veo los árboles movidos por el viento; veo avanzar el reloj, tan lento como el primer día en que ya no estabas aquí. Los minutos son interminables horas de viajes en el tiempo a través del difuso recuerdo de tu mirada. De pronto, nada de lo que hago tiene sentido, ni mi respiración me es necesaria solo porque las ganas que alguna vez tuve de vivir te las has llevado junto con mi alma y mis deseos, algo lógico, supiste volverte la dueña de todo lo que fui.
Me he levantado, aunque mis ganas de hacerlo eran nulas, me he visto obligado a hacerlo. Bebo mi café, con música en los oídos para que las palabras que utilizaste de puñales no resuenen en mi cabeza. No poseo ánimo ninguno de asistir a clase y mucho menos de ver a nadie, no quiero estar encerrado una mañana entera; pero es irónico, me tienes prisionero.
Voy caminando por la calle, viendo mil y un lugares que me traen recuerdos los cuales mi mente desearía borrar. Ahí estás, casi en cada esquina, conmigo, pero ahora sin mi. La lluvia cae sobre mi mientras camino sin rumbo, perdido; mis lágrimas se camuflan con el agua de la lluvia pero no veo a nadie en la calle, camino solo por este sendero de recuerdos desechos mientras la niebla lo cubre todo.
Por un momento te veo al final de la nubosa carretera, llamándome. Corro hacia ti, y el camino se hace mas largo a cada segundo que pasa. Te alcanzo y, de pronto... Estoy en el suelo, veo mi sangre esparcirse por el pavimento, tengo sueño, mis ojos se cierran, mi calma aumenta...
Sala de urgencias. 8:37 a.m.
La enfermera grita: ¡Dejen paso, dejen paso!
Pienso en ti, cada segundo mil recuerdos que protagonizas azotan mi mente. Y me duermo...
La doctora dijo: Lo perdimos. Hora de la muerte: 8:41 a.m.
Fuiste mi vida pero la triste causa de mi muerte.
¿Quién dijo que no se muere por causa del amor? Sea quien fuere, estaba equivocado.